Hoy se cumplen dos años de las elecciones municipales del año 2015. Se celebraron el 24 de mayo y, contra todo pronóstico, llevaron al llamado bipartito -en realidad un extraño tripartito si añadimos el papel que representa en la corporación Ganemos Córdoba, la marca blanca de los podemitas cordobeses- a hacerse con el gobierno de la ciudad. Estamos, pues, a mitad del mandato, en el punto exacto de lo que algunos denominan el paso del ecuador y que en el caso de la política suele ser tiempo de hacer balance de lo realizado porque a partir de este momento comienza la cuesta abajo y el tiempo, a veces tedioso y lento, alcanza una velocidad que termina siendo de vértigo.
El bipartito llegó al gobierno municipal de forma inesperada. Sólo lo consiguió tras una aritmética derivada del desplome de un PP, que perdió muchos más votos de los esperados, pasando de quince a once concejales, pese a mantenerse con gran diferencia como la fuerza más votada de la ciudad. Eso fue lo que permitió a Isabel Ambrosio convertirse en alcaldesa de Córdoba a la cabeza de una candidatura que no sumaba ni la cuarta parte de los ediles de la corporación -siete de una corporación de veintinueve-. Esa debilidad política ha hipotecado una parte muy importante de su actuación en estos dos años, donde el terreno ocupado en el gobierno por Izquierda Unida es mucho más amplio que el que le otorgaron las urnas y que representan sólo al doce por ciento de los votantes cordobeses. Muy pronto se puso de manifiesto la incapacidad de los gobernantes para gestionar una ciudad de 330.000 habitantes porque una cosa muy diferente es configurar un programa pensando en que alcanzar el gobierno resulta harto difícil, poco menos que imposible, y otra muy diferente asumir la responsabilidad que suponen las tareas que se derivan del ejercicio del poder.
El balance de estos dos años es una consecuencia de asumir un gobierno inesperadamente a lo que se añade una falta de gestión tan evidente que incluso desde el propio gobierno municipal se ha llegado a afirmar, parece increíble, que no tenía obras en marcha. A las boutades -entiéndanse decisiones destinadas a impresionar- de los primeros meses, tales como retirada de algún cuadro de mucho símbolo para la ciudad, el anuncio de duplicar el IBI de las viviendas vacías, suprimir el espectáculo del Alcázar -por cierto, la misma empresa de la que se abominó ha vuelto a ganar el concurso celebrado para volver a representar dicho espectáculo-, siguieron decisiones que han supuesto una cadena de fiascos como el del mínimo vital de agua, la puesta en marcha del metrotrén anda en una mesa sectorial, la paralización, al menos por ahora, al plan comercial de Rabanales 21 o como está a punto de serlo el Plan Turístico. Y si les mentamos ese erial urbano que es la Ronda del Marrubial…
Cierto que la situación política en otras administraciones no ha acompañado. Muchos meses sin gobierno en España no ayuda a los ayuntamientos, como tampoco que en las alturas del gobierno autonómico se esté más ocupado en las luchas cainitas del PSOE que en gobernar Andalucía. Añadan a ello lo nefasto que supone el que algunos, como Alba Doblas, la edil de Hacienda, hayan venido al ayuntamiento no a gestionar sino a hacer política, según sus propias palabras. Así le ha ido a Córdoba en estos dos años. Veremos que nos deparan los dos que quedan, tras el paso del ecuador.
(Publicada en ABC Córdoba el 24 de mayo de 2017 en esta dirección)